En principio, que los precios se reduzcan puede parecer positivo, en la medida que eleva el poder adquisitivo de los salarios, pero en el contexto actual, no conllevará la mejora del consumo de los hogares porque la devaluación salarial que conlleva la política impuesta por el Gobierno ha sido y está siendo tan acusada que la pérdida de poder adquisitivo acumulada impedirá durante mucho tiempo la recuperación del gasto de las familias.
Por otra parte, si esta caída de los precios se consolida provocará una situación económicamente muy dañina porque, al generar expectativas de menores ingresos entre las empresas, desincentivará la actividad.